Tal y como hemos dicho en los artículos anteriores, en los bestiarios medievales se relataba que el lince orinaba una piedra preciosa, que trataba de esconder para que los humanos nunca lo encontrasen. El lince era presentado como un animal receloso al contacto humano dado que a lo largo de la historia europea ha sido considerado una pieza de caza.
Sin embargo, existía la creencia de que los linces enterraban esta orina «transformada en piedra», que no era más que el fósil de un cefalópodo, para que sí fuera encontrada por los elfos. Estas criaturas utilizaban la piedra del lince como punta de sus flechas para atacar a los humanos.
Estaba extendida la creencia de que una serie de elfos nocturnos atacaban con un curioso modus operandi cuando la gente dormía, primero creándoles una pesadilla y luego disparándoles flechas para provocarles lumbago y ciática.
Durante la baja Edad Media, desde el siglo XII, con la aparición de la Inquisición en lo que hoy es la actual Francia, la institución aprovecha esta creencia para incorporarla al aparato propagandístico contra las brujas, del tal manera que la historia original sobre los elfos se acaba perdiendo en la historia. Ahora son las brujas quienes reciben los proyectiles de parte de los linces para atacar a los humanos creándoles lumbalgia o ciática. Al golpear a su víctima la flecha desaparecía por arte de magia.
De hecho resulta curioso que hoy día en los países germanófonos a la lumbalgia aún se le llame Hexenschuss (golpe de bruja).